El atardecer vacío contemplo.
De repente extraño las tardes de vestidos raros,
jugando a la época que nunca existió.
El piano saltarín de aquí a allá.
Tu psicodelia.
Las charlas sobre esos pintores que no existían
y con los que quería casarme.
Mis dedos, por costumbre
hicieron un arpegio entre la puerta y los tuyos.
¡Música que sonroja al corazón!
Pero no a mí…
Como Pierrot Le Fou,
tu actitud cínica me intimidaba.
¡Tu locura absorbe!
Tus catálogos con palabras certeras
crearon una barrera entre los dos.
Viena.
Viena.
Me escuchaste varios años;
yo te escuché sólo dos segundos.
El tiempo, que para Dios es menos que nada.
Tus angustias las conocí,
pero en tus ojos y no en palabras.
¿Recuerdas cuando la cara de Platón casi salta hacia la pared verde?
Me gusta fantasear con un «¿qué hubiese pasado?»
Estuve en tu mano sin quererlo.
Desde ese día jamás volví.
A veces te recuerdo intensamente
y la niña de este entonces me susurra que te quiere.
Isabel Hernn Instagram:@isabelhernn