No es que no me guste su maquillaje,
pero la prefiero despeinada,
recién despierta
y sin salir de la cama.
La prefiero desnuda y somnolienta.
La prefiero natural y libre.
La prefiero sin discursos,
sin ponerle una etiqueta.
La prefiero aletargada,
sin control, sin certezas.
Con suspiros genuinos
y con sonrisas auténticas.
La prefiero sin armadura,
humana y vulnerable.
Contagiándome el bostezo
justo antes de besarme.
Es “mi fruta favorita”