Esas manos que acarician tu ego
y dejan para luego lo que más importa.
Las manos que posponen la derrota,
las manos a las que también me aferro.
Esas manos que maquillan tu soledad
que con piedad acarician tu resignación.
Esas manos que jamás mendigarán amor,
que jamás te tocan de verdad.
Esas manos que muchos creen que conocen,
las mismas manos que muchos desean.
Esas manos que no temen que las vean
coser la piel que, a la vez, descosen.
Esas manos que necesito de vez en cuando,
las únicas que pueden “curar fracasos”
o, por lo menos, amortizar las pérdidas.
“Necesito tus manos expertas”
Foto de Anastasiia Tarasova en Unsplash