Las estrellas de su espalda,
de sus senos y mejillas;
la séptima maravilla
de su infinita magia.
El universo en su piel,
la eternidad en sus palabras,
la gloria en su entrepierna,
la lluvia en sus bragas.
Somos todo sin ser nada.
Me sorprende con
su forma de romper paradigmas,
de evadir costumbres,
de engañar a la rutina.
Su compañía ligera,
su soltura en el espacio,
su lealtad sin compromiso,
su acelerar despacio.
Sí, pero no.
Sí nos acompañamos
porque no sabemos a dónde vamos.
Ni cómo llegamos.
Ni si estaremos juntos o nos separamos.
«Los que no podemos dormir de noche
siempre vamos de a dos por la vida,
cruzando la vereda mojada
sin una ruta definitiva».
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